‘CALÍGULA’
- PRODUCCIÓN: Teatre Romea, Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Grec 2017
- AUTOR: Albert Camus
- DRAMATURGIA Y DIRECCIÓN: Mario Gas
- ESCENOGRAFÍA: Paco Azorín
- INTÉRPRETES: Pablo Derqui, Borja Espinosa, Mónica López, Bernat Quintana, Xavier Ripoll, Pep Ferrer, Pep Molina, Anabel Moreno y Ricardo Moya
- LUGAR: Teatro Circo Murcia
- FECHA: Viernes, 30 de septiembre, 2017
Cuando se anhela la Luna, es difícil conformarse con lo terrenal. Cuando se sabe que “los hombres mueren y no son felices”, es imposible serlo. En ‘Calígula’, Albert Camus expuso con crudeza la insatisfacción humana, el miedo, la inevitable soledad que nos rodea y el agujero que deja en el pecho el dolor cuando parece imposible de superar. Yendo más allá de la denuncia del totalitarismo y del abuso –y mal uso– del poder en nombre de grandes ideales, Camus se adentró en las miserias del ser humano, en el vértigo y el vacío de la vida, en las heridas que no se ven… que no curan…. que solo se puede aprender a vivir con ellas.
Herido de muerte, el emperador Calígula contrarresta la arbitrariedad y el sinsentido de la existencia que le asalta con la lógica y el razonamiento llevados al extremo. Hasta el extremo de la locura. Convencido de que solo el odio vuelve inteligentes a los hombres, se convierte en un dios implacable que usa su poder de forma arbitraria, que apela a la libertad y a la verdad para poner constantemente al límite a quienes le rodean. Para dominar. Para robar. Para matar.
El ‘Calígula’ de Mario Gas que llegó el sábado al Teatro Circo Murcia se estrenó este verano en el Festival de Mérida y, tras pasar también por San Javier, el público tuvo en esta ocasión la oportunidad de disfrutar de cerca de Pablo Derqui –espectacular Calígula–, de su mirada vidriosa, de su presencia tan frágil como poderosa, de su interpretación febril, temblorosa, intensa, brutal… Siempre al límite pero sin los excesos en los que en ocasiones es fácil caer cuando se interpreta un personaje tan poderoso, en todos los sentidos, como Calígula.
Desde que pisa el escenario y pronuncia su primera frase hasta la risa que hiela y el desgarrador grito final, no decaen un segundo su fuerza ni su entrega. Va directo siempre al estómago del espectador, a su garganta, transmitiendo incluso ese sabor a sangre que acompaña al personaje en su espiral de autodestrucción.
Los pocos momentos en los que Derqui abandona el escenario, se esfuma la energía de este montaje cuya sencilla escenografía firma el murciano Paco Azorín, con un vestuario actual –Calígula, los Calígula, no tienen época ni lugar, cierto, pero los trajes de chaqueta no son un acierto, aunque el juego del blanco y el negro funciona– y una música que casi siempre sobra. En escena, el protagonista está acompañado por un elenco correcto, destacando el joven Escipión de Bernat Quintanay el Helicón de Xavier Ripoll, pero faltando intensidad y química en escenas esenciales con otros personajes.
Prima sin duda el texto en esta propuesta que dirige Mario Gas. Mima las palabras y las ideas a las que dio forma Camus, que siguen retumbando y obsesionando por mucho que uno las haya leído y escuchado, y que Derqui convierte en espantosa realidad. A tal nivel está su interpretación que ni se estrella cuando, vestido de David Bowie –sí– sale a escena precedido por Joker y La Máscara –sí, sí– para protagonizar uno de sus delirantes espectáculos ante sus súbditos. Y siguió siendo creíble en el siguiente ‘show’, con unas mallas difíciles de describir e imposibles de llevar y un baile que podría haber acabado con cualquier interpretación. Pero Derqui sobrevive a pesar de la preocupante ‘confusión’ –vista también en algún que otro reciente montaje– entre locura y ridiculez. Sobrevive y triunfa. Pone en pie al público tras dos horas de horror, de una locura tan imposible como imposible es poseer la Luna pero que, ¡ay!, sigue sonando tan inquietantemente posible…
Crítica publicada en el periódico ‘La Opinión de Murcia’ el 03 de octubre de 2017