Su barba es ahora más poblada y desaliñada y luce un aro “de navegante” –de general veneciano– en su oreja. Ha pasado los últimos meses estudiando concienzudamente los gestos de los árabes, investigando qué le puede pasar a alguien para matar a quien más quiere, pero muchos aún ven en Daniel Albaladejo (Cartagena, 1971) al rey Alfonso V de Portugal que, cada lunes, se colaba en su casa a través de la serie ‘Isabel’. Aún. Porque los ojos de Albaladejo pintados con kohl mirando al público, los ojos de Otelo, no parece que vayan a ser fáciles de olvidar.
Mientras el público va poco a poco descubriendo este nuevo personaje, la televisión es un buen reclamo para llenar los teatros –”mucha gente viene por la serie y es la primera vez que no me importa”, declara– y Albaladejo, consciente de que “alguien que tiene un trabajo que se basa en llegar al público no puede ser inaccesible”, no escatima en sonrisas y conversación cada vez que regresa a Murcia. Sobre el escenario se le podrá ver el 10 de enero, cuando ‘Otelo’, de Noviembre Teatro, se represente en el Teatro Circo Murcia, pero antes, mañana miércoles, participará en el ciclo ‘Murcianos a Escena’ del Aula de Caja Mediterráneo de Murcia (20 h. / entrada libre). Allí hablará, como siempre, con pasión y sin tapujos de su vida, del teatro, de la cultura y de su Región, para la que tampoco ahorra críticas y que no ve pasando precisamente un buen momento.
Un Otelo sin pintar y con mucha verdad
“La pasión” siempre ha sido su máxima dentro y fuera del escenario. “Quien hace las cosas desde ahí, apuesta a caballo ganador”, afirma este Otelo que no necesita pintarse de negro para salir a escena. “Este es un personaje lleno de mitología –explica–, y está bien romper un poco con todo eso. Aquí no hay palacio ni cuartel, y el reto es que, aunque vaya sin pintar, el público vea al moro de Venecia”. Actor “muy metódico”, Albaladejo recuerda que el proceso de creación ha sido “agotador y muy difícil”, y confiesa que, por primer vez, se ha sentido “superado por la emocionalidad del personaje”. “Trataba de descubrir qué le pasa a alguien para hacer eso, cómo se deja manipular así… Me metí y escudriñé en esa tragedia doméstica que se cuenta en ‘Otelo’, que se desata por algo tan simple como un pañuelo. No hablamos de alta traición”, apunta el actor, quien se vuelve a poner a las órdenes de Eduardo Vasco en una ambiciosa producción estrenada con éxito el pasado octubre en Valladolid y para la que Lorenzo Caprile ha realizado el vestuario.
Radiografía del ser humano
La obra de Shakespeare ha sido adaptada y reducida hasta algo más de una hora y media de duración por Yolanda Pallín, aunque añade Albaladejo que al dramaturgo inglés “no hay que actualizarlo”. “Eso es lo fascinante de Shakespeare, que, como autor, era un hijo de la gran puta que supo poner al ser humano en el centro de sus obras para que el público lo entendiera. Shakespeare, que conocía perfectamente lo que le pasaba al hombre, es directo, sus versos son casi una partitura musical y Yolanda, que ha preservado esa cosa directa, demuestra que se puede hacer ‘Otelo’ en una hora y media y que sus palabras sean igual de fuertes”. Se rompe además en este montaje la cuarta pared, representando “las escenas cumbre al lado de la gente”, mirando al público, buscando un único objetivo: “Que los espectadores sientan lo mismo que nosotros”. Para Albaladejo no hay teatro sin verdad y, sobre el escenario, no puede haber “nada forzado”. Recuerda, por ejemplo, cómo la escena “más difícil”, el ataque de epilepsia, “apareció en una función” aunque no se había ensayado. “De pronto sucedió –relata–, sin saber muy bien cómo, y ese es el reto, que todo sea verdad, que parta de sensaciones puras. El actor tiene que hacer que el público entre en su verdad”. A través de las tres tragedias que escribió el dramaturgo, ‘Otelo’, ‘Hamlet’ y ‘Macbeth’, “se entiende perfectamente al ser humano”, afirma Albaladejo, y en Otelo, que “tiene una lectura muy vigente, hay muchísimas cosas más que los celos… Se habla de racismo, de ambición, manipulación, el poder del dinero, la posición social…” Vasco y Albaladejo han construido para esta tragedia un protagonista “que no es una bestia, sino alguien más frío que, inexplicablemente, se vuelve loco. Alguien en el que se ve la maldad, sin nada de arrepentimiento…”, adelanta el actor.
Dramaturgos contemporáneos que “hablan como Dios”
En las filas de Noviembre Teatro, el cartagenero repite con Shakespeare –en 2012 la compañía volvió a la actividad con ‘Noche de reyes’– y, aunque durante años ha formado también parte de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, Albaladejo no duda en destacar la calidad de los dramaturgos contemporáneos españoles. Autores como Borja Ortiz, Mayorga o el murciano Fulgencio Martínez Lax que “hablan como Dios” y a los que se les hace más caso fuera de nuestro país. “Los teatros públicos son los que tienen que servir para mostrar las cosas maravillosas que se están haciendo, aunque sea una semana al año. Porque no hay que olvidar que la cultura sí que es ‘marca España’, es nuestra identidad. Si perdemos la memoria y la cultura, hemos perdido todo lo que tenemos”, advierte Albaladejo, quien no oculta su tristeza por llevar 13 años sin actuar en el Romea y recuerda, con nostalgia y cierto cabreo, cómo en los años 90 Murcia acogía “encuentros de teatro contemporáneo a los que venían grandes creadores”.
“Murcia tiene todo lo necesario para crear industria cultural”
Murcia, añade el actor, “tiene un conservatorio de danza, una escuela de teatro en la que se imparte el grado superior, dos teatros, un auditorio, salas más pequeñas… Tiene todos los condicionantes para que haya una industria. Lo que hay que hacer ahora es apostar por ello, generar público poco a poco y desde la humildad. Un tipo que habla, otro que escucha y una luz… ¡Eso es teatro! Nada más. Y las nuevas compañías tienen que hacer la competencia a las más veteranas. Sin miedo. No hay que conformarse, no hay que quedarse en casa en el sofá. Los jóvenes tienen que ser irrespetuosos. Lo que molesta es cojonudo. Vivimos en una balsa de aceite y hace falta que empiece a haber tormenta, que alguien lance una bomba de la desborde, porque si no, nos aborregamos y la función del teatro es esa, precisamente, ‘desaborregar’“. http://www.youtube.com/watch?v=VotSRRQrRs0