“Una comedia negra, ácida y amarga que habla de sexo pero también de amistad, de confianza y de desconfianza” es, según Juan Pedro Campoy, ‘Perversiones sexuales en Chicago’. Así definía su director, en febrero del pasado 2012, el montaje que esta noche se podrá ver de nuevo en el Teatro Circo Murcia (venta de entradas, aquí). El texto de David Mamet, ganador de un Pulitzer, fue la segunda coproducción del TCM –con la compañía La Ruta Teatro– y se despide del escenario murciano tras haber pasado por numerosos teatros de todo el país y haber estado un mes en la Sala Villarroel de Barcelona y cuatro en el Teatro Lara de Madrid.
Una mesa con dos taburetes y un sofá es prácticamente la única escenografía que La Ruta Teatro utiliza para poner en pie este texto del dramaturgo estadounidense, adaptado por Roberto Santiago, que nunca había sido representado en castellano –en España solo se había realizado antes una versión en catalán–.
Cristina Alcázar –actriz “medio murciana”, ya que estudió en la ESAD– y Javier Pereira continúan formando parte del reparto de esta “obra de actores” a la que, tras el estreno, se incorporaron Adriana Torrebejano y Javier Mora. Los cuatro dan vida a dos parejas que hablan sin tapujos de sus relaciones; cuatro personajes que ofrecen a los espectadores diferentes puntos de vista sobre cómo afrontarlas.
Inseguridades, prejuicios y recelos
‘Perversiones sexuales en Chicago’ estuvo durmiendo durante años en el cajón, ya que los problemas con los derechos y las dificultades de producción impedían a Campoy contar esta historia «que habla de muchas cosas pero, sobre todo, del mundo masculino y el femenino y de por qué nos cuesta relacionarnos». Una pregunta para la que él mismo apunta una respuesta: «Nos cuesta porque, por nuestras inseguridades, nuestros prejuicios y recelos, nos es muy difícil confiar en alguien». Algo a lo que se une que «vivimos una época en la que parece que sale más barato comprar un televisor nuevo que arreglar el que tenemos, y en las relaciones también pasa un poco esto… Preferimos romper y pasar a otra cosa».
Campoy destaca «el ritmo frenético» de este montaje en el que se habla abiertamente de sexo, algo de lo que alertan los dos rombos del cartel. «Hemos hecho un guiño a los años 70, aunque no queremos decir que la obra sea solo para mayores de 18 años… Más bien no estaría recomendada para mayores de 60», apunta el director. «Aún hay una generación para la que hablar de sexo sigue siendo tabú, pero nadie va a escuchar sobre el escenario nada que no oiga en la calle, porque el lenguaje que se usa es muy coloquial, directo y abierto», añade este director que, como siempre hace, busca «la emoción sobre el escenario, que llegue al espectador y le provoque… Remover, siempre».