Es raro encontrar a alguien que no haya leído la novela de Umberto Eco ‘El nombre de la rosa’ o que no haya visto la película que protagonizó Sean Connery en 1986, pero los responsables de la primera adaptación teatral de esta historia ambientada en una abadía benedictina del siglo XIV aseguran que “nadie sale decepcionado del teatro”. Y hoy y mañana lo podrán comprobar los espectadores murcianos que acudan al Romea de Murcia.
Tras un minucioso trabajo de adaptación –empezando por reducir las 700 páginas de la novela a 75– con el que la también directora, Garbi Losada, “no ha querido romper el imaginario de quien ha leído el libro”, cuatro compañías de teatro españolas aunaron esfuerzos para poner en pie una ambiciosa producción con 12 actores en escena –aunque aseguran que parecen “ciento y pico”– cuidadosamente caracterizados y en la que la escenografía “es un protagonista más”.
Uno de los productores y actores del montaje, Jorge Mazo, de la compañía Tres Tristes Tigres –a la que se unen Ados Teatroa, La Nave y Al Revés Producciones–, destaca la “gran inversión” realizada para un montaje “complicado de ver hoy en día”, aunque “el público agradece no ver siempre lo mismo, una comedia con dos o tres actores solos en escena”. Y detalla que la escenografía se basa en un gran libro que hace que “pasen las escenas igual que pasan las hojas”. La música y una luz “tenue, lúgubre”, ayudan también a que el público “respire el ambiente de una abadía benedictina del siglo XIV” en la que “todo el mundo desconfía, todos ocultan algo y se mezcla también la soberbia y la lujuria…”, añade el actor Cipri Lodosa.
Juan Fernández y Juan José Ballesta, protagonistas
Karra Elejalde fue el primer protagonista elegido –junto al joven Juan José Ballesta, que debuta en las tablas–, aunque tras abandonar el montaje se hizo cargo del personaje Juan Fernández: “Yo soy un gran fan de la película y cuando me lo ofrecieron no paraba de preguntarme ¿pero cómo lo van a hacer? Lo que hice –recuerda el actor– fue ir a ver la obra como espectador y me quedé con la boca abierta… Así que dije ‘¡sí, quiero!’, y casi se puede decir que me he casado con ellos”, dice riendo.
Asegura que es muy interesante ver cómo se resuelven en el teatro escenas como el incendio de la biblioteca o el laberinto, y habla convencido de la calidad del montaje. “El espectáculo es mágico –sentencia–, y cuando a alguien le enseñas un buen truco siempre queda fascinado… Además, todo está apoyado por un gran texto”, prosigue.
Los responsables de la obra cuentan que tuvieron “mucho interés en que el debate que genera el libro y que en la película está más reducido fuera aquí más extenso”, y explica Fernández que el aspecto de thriller es casi “una anécdota” en un montaje en el que se abordan importantes temas como “la pobreza de la iglesia, si todo el mundo debe poder acceder al conocimiento, que durante muchos siglos estuvo solo en manos de unos pocos, y la intolerancia”, añaden los actores, convencidos de que la versión de ‘El nombre de la rosa’ que se verá hoy y mañana en el Teatro Romea de Murcia “mantiene el espíritu de la obra de Umberto Eco y la respeta”.