‘OTELO‘
Compañía: Noviembre Teatro
Dirección: Eduardo Vasco
Reparto: Daniel Albadalejo, Arturo Querejeta, Cristina Adua, Isabel Rodes, Fernando Sendino, Héctor Carballo, Francisco Rojas, José Ramón Iglesias y Ángel Galán
Lugar: Teatro Circo Murcia
Fecha: Viernes, 10 de enero
Cuídense todos ustedes de los celos, “un monstruo de ojos verdes” capaz de destruir a cualquiera. Cuídense de pasiones enfermizas que hacen que uno acabe hasta con lo que más quiere. Pero cuídense sobre todo de los ‘Yagos’ que vierten veneno sobre oídos ajenos. Que el cielo –o Dios o quien ustedes quieran…– les proteja de ellos, de quienes buscan su propio interés y únicamente se mueven por el odio, de quienes parecen buena gente incluso cuando en su interior ya están engendrando al monstruo.
Shakespeare, conocedor como pocos del alma humana, de sus pasiones y miserias, creó con Yago un personaje tan malvado como real. Un ambicioso y cruel sargento que teje y ejecuta –moviendo los hilos en la distancia– ‘La tragedia de Otelo, el moro de Venecia’. Un ser de dos caras al que da vida en esta versión de Noviembre Teatro Arturo Querejeta. ‘Animal’ de escenario, veterano de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, Querejeta aguanta la mirada del público, clavada en su rostro ya medio desencajado por el odio, mientras desvela su plan entre las butacas, al pie del escenario. Maldice, urde, ríe… Logrando que uno casi rece por no cruzárselo en la vida, pero también despertando alguna sonrisa cómplice… ¡Qué cabrón!
Pero no hay Yago sin Otelo, sin el ‘moro’ que, con igual solvencia y talento, y sin necesidad de pintura en el rostro –la mirada remarcada con kohl ya es suficientemente atemorizadora–, crea Daniel Albaladejo. El actor cartagenero, que volvió al TCM tras ‘¡Ay, Carmela!’ con las localidades agotadas, no es, a pesar de su imponente físico, un Otelo cruel. No es una bestia… Aunque sí se convierte en ella por momentos. Los celos hacen que el hombre locamente enamorado de Desdémona, el inteligente general no carente de sensibilidad, rompa su propia ley de que “hay que ver para dudar” y caiga en todas las trampas preparadas por Yago. Un simple pañuelo desata la tragedia, y Otelo, con la mirada nublada y también a los pies del público –sobrecoge aún más su presencia y la escena que protagoniza–, dice impasible a su joven esposa que pida perdón por sus pecados antes de morir.
El buen trabajo del resto de actores –destacan la joven Cristina Adua, inocente pero nada apocada Desdémona, e Isabel Rodes, carnal y real Emilia–, una acertada poda del texto original firmada por Yolanda Pallín, la limpia escenografía de Carolina González, el maravilloso vestuario de Lorenzo Caprile y la apuesta por la música en directo –remarca lo justo los momentos justos– completan el montaje de Eduardo Vasco. Ayudan a mantener expectante al público hasta la equivocada venganza que también destruirá a un Otelo ya libre del cegador veneno de su sargento, al fin descubierto. Pero quedan muchos más ‘Yagos’ por ahí. Shakespeare lleva avisando 400 años y seguimos igual… ¡Cuídense!
Publicado en La Opinión de Murcia