‘EL CRÉDITO’
- Autor: Jordi Galcerán
- Dirección: Gerardo Vera
- Intérpretes: Carlos Hipólito y Luis Merlo
- Lugar: Teatro Romea, Murcia
- Fecha: Miércoles, 1 de octubre, 2014
Sale uno de ver ‘El crédito’ y parece que es fácil. Que no cuesta hacer un espectáculo sencillo y de calidad que, además, guste al público. Con esta obra que abrió la temporada del Romea ocurre como cuando ves a los bailarines hacer piruetas imposibles sin apenas esfuerzo. Que la parte complicada del asunto –el drama, incluso, si se cae hacia el lado del espejo– está cuando uno llega a casa y empieza a hacer el idiota… Así que, si uno no es Jordi Galcerán, Gerardo Vera, Carlos Hipólito o Luis Merlo… ¡Cuidado!
Cuidado porque, aunque la historia que cuenta no es nada del otro mundo, Galcerán (‘El Método Grönholm’) firma un texto inteligente y con humor –no, no son dos cosas incompatibles–. No deslumbra, eso es cierto, y tampoco provoca carcajadas. Esto va más de sonreír, de disfrutar con la palabra que tan bien manejan sobre el escenario Hipólito y Merlo y que es el centro de una obra a la que incluso le sobra –quizá porque no se aprovecha– el toque audiovisual.
Los propios actores dicen que, en ‘El crédito’, son “trapecistas”. “Sabes que tu compañero no te va a dejar caer”, explican los protagonistas del ‘duelo’. Y esa complicidad la transmiten desde el primer momento. Desde que el desaliñado Antonio (Merlo) llega a la sucursal del banco en la que trabaja Gregorio (Hipólito) para pedir un crédito de 3.000 euros.
La culpa está claro que “es de la coyuntura económica y del sistema neoliberal”, de lo que no se habla, no se preocupen, pero el caso es que el hombre el único aval que tiene es su palabra… La palabra, eso sí, de un encantador de serpientes que hasta sigue pareciendo majo cuando, después de ver el retrato de familia en la mesa del banquero –¡Ay!–, lanza, así como si nada, su amenaza. Perdón, su farol… No, tampoco, ¡su envite!
Por si alguien no fue al teatro y tiene la oportunidad de verla, no desvelaré la amenaza –de todos modos, no me dejan escribir eso en un periódico–, pero diremos que la tranquila vida marital de Gregorio empieza a tambalearse de inmediato. Después, y así de una manera muy fácil –¡Ja!–, el texto abre nuevos caminos, sorprende sin artificios. Y resulta que el poderoso banquero es un hombre vulnerable que teme acabar en Parla cocinando con un camping gas y que no sabe ni explicar ese ‘noséqué’ que tiene su mujer y que la diferencia de su secretaria, que también es muy ordenada.
Entre Hipólito –grande, como siempre…– y Merlo –igual que su personaje, tiene un don y, haga lo que haga, te guste más o menos, el tío hace gracia y punto– se creará entonces una peculiar relación en la que hasta se cogerán de las manos y, mirándose a los ojos, repetirán sus nombres. E incluso puede que, sólo con la palabra como aval, conseguir un crédito de 10.000 euros no sea algo imposible… Pero no se ilusionen, ¿eh?, que por muchas bujerías y envites que ideen, eso tampoco es fácil.
CRÍTICA PUBLICADA EN ‘LA OPINIÓN DE MURCIA’ EL 3 DE OCTUBRE