‘SÓCRATES. JUICIO Y MUERTE DE UN CIUDADANO’
- TEXTO: Mario Gas y Alberto Iglesias
- DIRECCIÓN: Mario Gas
- INTÉRPRETES: Josep Maria Pou, Carles Canut, Amparo Pamplona, Pep Molina, Alberto Iglesias, Guillem Motos y Ramón Pujol
- ESCENOGRAFÍA: Paco Azorín
- ILUMINACIÓN: Txema Orriols
- LUGAR: Teatro Circo Murcia
- FECHA: Viernes, 20 de noviembre
“A Pou hay que verlo”, sentenciaba en el patio de butacas del Teatro Circo Murcia un espectador antes de la representación de ‘Socrates’, el nuevo montaje en el que Josep Maria Pou demuestra, una vez más, que es grande, enorme. Y que sí, que claro que hay que verlo, que no hay que perderse ni una oportunidad de disfrutar de él sobre un escenario.
En esta ocasión, dirigido por otro grande, Mario Gas, Pou se mete en la piel de Sócrates. Se mimetiza con él. “Hoy vamos a hablar de Sócrates”, repiten los actores desde el escenario, mientras perfilan la personalidad del primer filósofo que trató la moral y el primero que murió a manos de la justicia, condenado por una democracia en la que creía pero en la que también encontraba errores que denunciaba.
“Me llaman Sócrates. Me gusta hablar, razonar, especular, descubrir…” Se presenta el sabio ante el público, ante la asamblea de atenienses que finalmente le condenará a beber cicuta. A ellos, a los atenienses ‘clavados’ en las butacas del teatro, se dirigen en casi todo momento los actores, sin miedo a mirar a los ojos y con la fuerza que eso añade a la representación. Pocos diálogos salpican esta obra escrita por Mario Gas y Alberto Iglesias y basada en lo que contaron los discípulos del filósofo, que nunca escribió ni una palabra.
Un texto inteligente, denso pero sin pedantería, con grandes escenas y con fragmentos que deberíamos tener escritos en la cabecera de la cama. Se echa quizá en falta un poco más de esa ironía que dice la historia que poseía Sócrates y, en especial, alguna otra pincelada sobre el hombre, no el sabio; sobre una faceta que solo nos llega a través del monólogo que protagoniza su esposa, Jantipa –qué alegría ver de nuevo a Amparo Pamplona y qué rabia no verla más–, entre las butacas y ante la mirada del absorto espectador.
Realizan todos los actores un notable trabajo en ‘Sócrates’, sobresaliendo Alberto Iglesias como el vehemente Ánito, Carles Canut (Critón) en su encuentro final con Sócrates y, por supuesto, Amparo Pamplona y Pou, quien realiza con naturalidad una soberbia interpretación.
Yo, perdónenme el atrevimiento, solo le pongo un ‘pero’ al maestro… Porque los móviles y las toses distraen –comparto plenamente su primera advertencia y el odio a quienes, en mitad de una representación, iluminan la pantalla de su teléfono–, pero a mí tampoco me gustó que me sacara de golpe de la vida y la inminente muerte de Sócrates recordándome que pronto acabaría la función y que podría volver a encender el móvil. Pero vamos, que a Pou yo le perdono eso y lo que sea si a cambio ofrece una actuación llena de verdad como la del viernes. Una actuación, premiada con una ovación y con el público puesto en pie, que emociona y sobrecoge…
Sentado, abrazado a su raída ropa, descansa Sócrates antes de enfrentarse al dilema de si es justo o no que muera, si debe tratar de evitar la condena o acatarla, consciente de que es tan arrogante y soberbio como justo y honesto. Pero pronto encuentra consuelo porque sabe –algo sabe– que siempre, en todas las épocas, habrá alguien dispuesto a plantarle cara a la mentira para compartir su búsqueda de la verdad. “Sed felices. Tratad bien a vuestras familias, tratad bien a vuestros amigos…” Y volvemos a vivir el final de Sócrates, a sentir cómo avanza en veneno por su cuerpo en una maravillosa escena a medio camino entre la narración y la interpretación de un actor soberbio a quien, recuerden, es obligatorio siempre ir a ver.
Crítica publicada en el periódico ‘La Opinión de Murcia’ el 24 de noviembre de 2015