‘CYRANO DE BERGERAC’
- COMPAÑÍA: Alquibla Teatro
- AUTOR: Edmond Rostand
- VERSIÓN LIBRE: Esperanza Clares
- DIRECCIÓN: Antonio Saura
- INTÉRPRETES: Julio Navarro, Aurora Briz, York Alexander y Benito Rubio
- LUGAR: Teatro Romea, Murcia
- FECHA: Domingo, 18 de octubre
Con el corazón desgarrado por haber perdido dos veces al hombre que amó se presenta ante el público Roxana, joven, hermosa, inocente…. “Una trampa exquisita”, la define su primo Cyrano, feo y narigudo pero bondadoso, leal, valiente en la batalla y hábil con la espada y con la pluma con la que da forma a su ingenio.
Incluso a un centenar de hombres se enfrenta, pero de pronto, su propia sombra le vence, ve su perfil en el muro, el arrojo se esfuma y, convencido de que le está prohibido soñar con ser amado, guarda el papel con los requiebros más bellos hacia Roxana para entregárselo después, generoso –¡y tonto!–, a quien ella cree amar, a Cristián.
‘Cyrano de Bergerac’, oda al amor puro y limpio de egoísmo, es el último montaje de Alquibla Teatro. Escrito por Edmond Rostand a finales del siglo XIX, ahora sube a los escenarios recortado y condensado por Esperanza Clares, que se ha limpiado de un plumazo todo el entramado de personajes y un sinfín de luchas y anécdotas para dejar la obra casi desnuda y solo con tres personajes: Cyrano, Roxana y Cristián. Se agiliza así un montaje basado en el triángulo amoroso, pero al tiempo queda ante el espectador algo desdibujada la faceta de espadachín de Cyrano, el lado valiente, orgulloso y guerrero que contrasta con el hombre sensible, inseguro y atormentado por el tamaño de su nariz.
Dirige Antonio Saura un montaje muy limpio, centrado en los personajes, la palabra, y con una escenografía basada en la iluminación y en unas pocas piezas que cambian los propios actores y un regidor que Saura trata de involucrar en la narración; una buena idea que, sin embargo, no logra el efecto deseado.
Aurora Briz (Roxana) empieza temerosa, aunque poco a poco va ganando seguridad y abandonando un tono a veces demasiado agudo para sonar a frescura y verdad. York Alexander (Cristián) logra por su parte algo tan complicado como es no ser ‘devorado’ por su compañero, un Julio Navarro cuyo talento ya había asomado en varias ocasiones –entre ellas, en anteriores montajes de Alquibla–, pero que aquí está para quitarse el sombrero, arrodillarse y entregarle la espada.
Para muchos sigue siendo don Juan Tenorio, y quizá necesitaba un personaje como Cyrano, en el que desaparece la pose de galán y hasta desaparece él mismo, para, paradójicamente, descubrirse definitivamente ante el público. Navarro –de la mano de Saura– le da todos los matices a Cyrano, sin producir rechazo por su pedantería ni lástima por su desamor, le da una pincelada de humor y se echa al hombro complicados monólogos de los que, sin compañero alguno, sale airoso.
No necesita ser Marco Antonio ni Romeo para conquistar al público y, aunque no lo sepa, a su amada. Él, sin embargo, se consuela pensando que son sus palabras las que Roxana besa, y no la belleza de Cristián. Escasa recompensa, sobre todo cuando lo único que le faltaba al valiente espadachín, era el valor para hablar con el corazón a Roxana, a quien tratando de hacer feliz, convierte en la más desgraciada. ‘Cyrano de Bergerac’, a través del amor y el desamor de sus personajes, habla tanto de valentía como de cobardía a la hora de sentir, habla del tiempo perdido, del poder de la belleza física y de lo fútil que es si no va acompañada de gracia e ingenio. Y es posible –ojalá– que a esos jóvenes a partir de 13 años a los que va dirigido el montaje, les enseñe que un emoticono no es una declaración de amor.
Crítica publicada en el periódico ‘La Opinión de Murcia’ el 22 de octubre de 2015