‘EL MAGO DE OZ’
- Producción: Nacho Vilar Producciones, Actividades Culturales Riga y Teatro Circo Murcia
- Adaptación: Fulgencio Martínez Lax (sobre el texto de Lyman Frank Baum)
- Dirección: César Oliva Bernal
- Lugar: Teatro Circo Murcia
- Fecha: En cartel hasta el 4 de enero
“Más allá de las nubes” –”over de rainbow”, ¿recuerdan?– sueña ir Dorita, vestida de rosa, abrazada a su perro de peluche y sobre una cama de cartón. Pero es que ahora la niña protagonista de ‘El Mago de Oz’ no vive en Kansas, sino en Murcia, así que todo no podía seguir igual.
Poca gente ha leído el cuento original de Baum, pero generaciones han –hemos– crecido con la película que Victor Fleming dirigió en 1939. Llevar esta mágica historia a un escenario, sin competir con la Metro Goldwyn Mayer aunque buscando aportar algo diferente, no es un reto fácil, pero el teatro siempre es riesgo y los responsables de Nacho Vilar Producciones, Actividades Culturales Riga y Teatro Circo Murcia me temo que ya están acostumbrados a los saltos sin red. Y aquí tampoco se van a estrellar.
‘El Mago de Oz’, que se verá en el TCM hasta el 4 de enero, es un musical “100% murciano” con el que algunos empiezan sus carreras, como la dulce Rosalía Bueno (Dorita), aunque también hay quien tiene a sus espaldas una larga trayectoria y numerosos premios, como el diseñador de iluminación, Pedro Yagüe, o el creador del espacio sonoro y multimedia, Javier Almela, que vuelven a hacer un gran trabajo. Otros veteranos son los dibujantes Juan Álvarez y Jorge Gómez, creadores de una divertida escenografía y del diseño de los personajes protagonistas, con lata de refresco para el hombre de hojalata incluida.
A través de sus dibujos, el público recorre con Dorita el camino de baldosas amarillas y se va encontrando con el hombre de paja sin cerebro, el de hojalata que quiere un corazón para volverse a enamorar –¿era tan triste la historia del leñador?– y el león cobarde. Sergio Alarcón, Jacobo Espinosa y Paco Beltrán se esconden detrás de estos míticos personajes y, perdonen la debilidad, pero yo al león me lo llevaba a casa, con ese cruce de pezuñas tímido y temeroso y ese rugido que siempre se le queda a medias al pobre. Los cuatro –sin olvidar a Dorita– hacen un buen trabajo, muy coral, bajo la dirección de César Oliva Bernal; bailando y cantando con música en directo, y con un buen nivel, mientras van en busca del mago porque quieren “volver, pensar, sentir y rugir”.
Ellos son los protagonistas, pero hay que reconocer también el trabajo de Nico Andreo, Belén Alarcón, Patricia Carratala, Antonio Chumilla y Karlos Jorge, que se convierten en hombrecillos azules, verdes, guardianes o fieras al servicio de la bruja sin ninguna crisis de identidad. Y son muchas veces los encargados de hacer esos guiños al público adulto tan necesarios en estas producciones y que quizá hubiera sido conveniente potenciar más.
Desde mi visión de adulta –no siempre es fácil conectar con la niña que una lleva dentro–, también echo de menos un poco más de maldad en la bruja, que no es verde ni tiene verruga ni nada. Y sé que es una nostalgia tonta, porque ese personaje y su impactante muerte seguro que traumatizó a más de uno. Aquí la malvada –interpretada, al igual que la bruja buena, por María Cobos– es monísima, luce una espectacular cabellera morada, un divertido vestido y sus gestos y palabras no asustarán demasiado a los pequeños, aunque, padres… ¡cuidado con los lobos que la acompañan! Que aquí la cosa cambia… Y, aun a riesgo de provocar algún llanto, la acción se traslada con ellos al patio de butacas; siempre una acertada decisión en las obras infantiles.
En esta versión de Fulgencio Martínez Lax, que logra el equilibrio entre el cuento tradicional y los nuevos guiños y que mantiene las canciones de la película –una semana van a estar tarareando eso de “el mágico Mago de Oz”… ¡aviso!–, el final también es algo diferente al que todos conocemos. Pero se mantiene esa importante lección de que todo lo que necesitamos está, en realidad, dentro de nosotros. Y hasta cerrar los ojos y viajar a otros mundos podemos cuando queramos, porque ya saben que lo importante, siempre, es no dejar de soñar.