‘MEDIDA POR MEDIDA’
- Cheek by Jowl y Teatro Pushkin de Moscú
- AUTOR: William Shakespeare
- DIRECCIÓN: Declan Donnellan
- ESCENOGRAFÍA: Nick Ormerod
- ILUMINACIÓN: Sergei Skornetsky
- MÚSICA: Pavel Akimkin
- COREOGRAFÍA: Irina Kashuba
- LUGAR: Teatro Circo Murcia
- FECHA: Sábado, 31 de octubre
Bailando el vals –un, dos, tres…– sale uno del teatro, enamorado hasta el tuétano, después de disfrutar de la delicia que el director británico Declan Donnellan ha creado a partir del texto de Shakesperare ‘Medida por medida’. La compañía Cheek by Jowl y el Teatro Pushkin de Moscú ofrecieron el sábado en el Teatro Circo Murcia uno de los mejores espectáculos que hemos visto y que muy probablemente veremos en la Región –¿qué era lo qué decía quién sobre no sé qué necesidad de convocar un concurso internacional para tener no sé qué gran programación?–
‘Medida por medida’ es una belleza. Un montaje representado en ruso con sobretítulos en castellano y que atrapa tanto que no puedo ni imaginar cómo será verlo sin tener que quitar la mirada del escenario un segundo para leer. “Voy a aprender ruso”, decía un espectador a su acompañante a la salida del teatro… Verde de envidia, supongo, como todos, con aquellos que pueden disfrutar de toda la magia sin necesidad de pantalla adicional.
Pero a pesar del texto en ruso, hay momentos en los que uno ni levanta la mirada. ¡Qué más da lo que estén diciendo si la belleza de la escena sobrepasa todo! Contrabajo entre las piernas, el lascivo y condenado a muerte Claudio (Peter Rykov) empieza a marcar el ritmo para una escena que, lo siento, no se puede ni explicar. ¿Un contrabajo?, ¿qué pinta un contrabajo?… Y el montaje te responde con un bofetón de sensaciones. Tal cual. Y claro, uno solo puede sonreír.
Declan Donnellan ha escogido en esta ocasión un texto de Shakespeare complicado y muy poco representado, ‘Medida por medida’. Una obra en la que el dramaturgo habla, como siempre, sobre el ser humano y sus pasiones. Sobre del poder, la muerte, el deseo, el engaño, el abuso, el perdón, el miedo…
El duque de Viena (Alexander Arsentiev), viendo que el orden se ha convertido en caos, decide abandonar la ciudad un tiempo y dejar el poder en manos del estricto e incorruptible Angelo (Andrei Kuzichev), quien obviamente ni es tan ajeno a las pasiones humanas ni tan noble a la hora de juzgar al pueblo y, en concreto, al joven Claudio por dejar embarazada a Julieta. Un pecado, la lascivia, al que él también se rinde cuando la hermana del preso, la novicia Isabel –arrebatadora Anna Khalilulina–, tan hermosa como prohibida, trata de lograr el perdón del mandatario.
La historia la narra Donnellan con los trece actores sobre el escenario, impecables, casi en formación, como un coro que observa y acompaña la acción principal y que se mueve constantemente por el espacio, desgajándose uno u otro personaje para cambiar magistralmente de escena. Ofrecen los actores una coreografía perfecta. Corren, andan, bailan al ritmo de la música de Pavel Akimkin –¡otro deleite!– en un escenario solo ocupado por cinco cubos rojos e iluminado por numerosas lámparas que también cumplen con la cuidada coreografía. ¿He dicho ya que fue una delicia?
Y antes de la larga ovación, con el público en pie, el vals vuelve a sonar –un, dos, tres…–, los actores vuelven a bailar y uno vuelve a sonreír. Enamorado, nervioso, aturdido. Spasibo.
Crítica publicada en el periódico ‘La Opinión de Murcia’ el 2 de noviembre de 2015