“Me despedí de Carmen en 2005. Pensé que para siempre, pero me equivoqué.” Bendita equivocación la de Lola Herrera.
Hace cuarenta años que por el camino de la actriz se cruzó la que hoy define como su amiga, Carmen Sotillo, el personaje creado por Miguel Delibes y protagonista de ‘Cinco horas con Mario’, uno de los textos que mejor ha retratado la España de la posguerra. Víctima de sí misma y de una sociedad llena de contradicciones y carencias, de dolor y miedo. Espejo de generaciones, de mujeres que seguimos reconociendo en esta viuda que produce horror y simpatía a partes iguales. Reflejo de una herencia que llevamos a cuestas.
Sola ante el féretro de su marido, se dispone a saldar cuentas de la mano de Delibes y de un texto ácido y sobrecogedor, con ironía y salpicado también de humor, de ese humor que le hace a uno casi avergonzarse de reír. La culpa, la soledad, la resignación, la frustración, los convencionalismos asfixiantes, la sexualidad reprimida, las ilusiones perdidas, los sueños no realizados. Todo ello asoma aquí entre otros muchos caminos por explorar.
Porque ‘Cinco horas con Mario’ va mucho más allá de lo que Carmen ‘vomita’. Nos muestra, para quien quiera verlo, lo que esconde la humillación de no tener un seiscientos, la sensación de desprecio en la noche de bodas, la preocupación por ser una ansiosa, los piropos de Eliseo San Juan y esa seguridad, ese empaque de Paco Álvarez montado en su tiburón rojo, el presumir de moral intachable, de ser una mujer de principios, su clasismo y su racismo, el horror por tener un hijo intelectual, la censura a las actitudes proletarias de su marido, empeñado en escribir libros que no trataban de amor… Ay, tonto de capirote. El espíritu de la contradicción. El don de la inoportunidad.
Reproches y reproches tras los que asoma la mujer a la que repitieron tantas veces que los libros solo servían para aprender a andar bien que se lo creyó. La mujer a la que nunca le hablaron de sexo –probablemente tampoco de amor–. La mujer que pasó de ser hija a ser madre, de cuidar a sus padres a cuidar a sus hijos. La mujer a la que llenaron la cabeza de amenazas divinas. La mujer que solo debía oír, ver y callar. Sobre todo, callar.
Un personaje que está unido para siempre a Lola Herrera. Idilio sin fin. Historia del teatro. Oportunidad única, ahora ya irrepetible, de disfrutar de ella andando por el escenario, riendo, tarareando ‘El novio de la muerte’ –”el no va más”–, lanzando reproches, llorando lo perdido, lo no conseguido. Confesándose, aunque esté claro que no tiene nada de qué arrepentirse. Pidiendo a gritos perdón, aunque ella, Dios lo sabe, no hizo nada.
Qué suerte que Lola Herrera se equivocó. Regalándonos una oportunidad única de la que el público, en pie en cada representación, es consciente, ovacionando y agradeciendo a la actriz la pasión, la entrega a un personaje al que seguramente solo se puede llegar desde el amor, después de haberse sobrepuesto a esa doble sensación de fascinación y rechazo que ella recuerda al inicio. La misma que sigue produciendo Carmen Sotillo sobre ese escenario desde donde nos recuerda que nunca estaremos a salvo de lo que otros creen que debemos ser.
Crítica publicada en el periódico ‘La Opinión de Murcia’ el 11 de junio de 2019
CINCO HORAS CON MARIO
- PRODUCCIÓN: Pentación Espectáculos
- AUTOR: Miguel Delibes
- ADAPTACIÓN: Miguel Delibes, Josefina Molina y José Sámano
- DIRECCIÓN: Josefina Molina
- INTERPRETACIÓN: Lola Herrera
- LUGAR: Teatro Circo Murcia
- FECHA: 7 de junio de 2019