‘LAS BICICLETAS SON PARA EL VERANO’
- PRODUCCIÓN: Producciones La Ruta y Teatro Circo Murcia
- AUTOR: Fernando Fernán Gómez
- DIRECCIÓN: César Oliva
- ESCENOGRAFÍA: Francisco Leal
- ILUMINACIÓN: Jesús Palazón
- INTÉRPRETES: Llum Barrera, Patxi Freytez, Esperanza Elipe, Álvaro Fontalba, Teresa Ases, Agustín Otón, Ana Caso, Lola Escribano, María Beresaluze y Adrián Labrador
- LUGAR: Teatro Circo Murcia
- FECHA: Viernes, 2 de marzo
El reparto de ‘Las bicicletas son para el verano’, sobre el escenario del TCN // FOTO: Pepe H
Son días de una felicidad cálida como la luz de verano, de pases con la pelota y excursiones en bicicleta. Días de paseos, de pucheros llenos y hasta de meriendas. De confidencias entre amigos, coqueteos y declaraciones con romances de rimas asonantes. Son días de leer novelas de guerras impensables e imposibles salvo en los juegos en los que la muerte dura apenas un segundo.
Asoma el verano de 1936, Luis y Dolores se achuchan en la cocina. Manolita sueña con ser actriz y se ríe a carcajadas del memo de su pretendiente (un poco memo de más, ¿no?), mientras que Luisito, que ya se acerca a los 16, ha suspendido Física y ve esfumarse su sueño de tener una bicicleta. Ellos son los protagonistas de ‘Las bicicletas son para el verano’, el nuevo montaje de Producciones La Ruta coproducido por los teatros de Murcia y estrenado el jueves en el TCM bajo la dirección de César Oliva.
Un montaje del texto escrito por Fernando Fernán Gómez y ambientado en la Guerra Civil que muchos recordarán por la película de Jaime Chávarri y que llega de nuevo al teatro para recordar la fragilidad de una felicidad de la que ni siquiera se es a veces consciente y para evidenciar cómo la vida, al final, siempre se acaba abriendo camino. A pesar del miedo y la incertidumbre, aunque haya que vivir a oscuras y las bombas sean la banda sonora junto a las coplas y los tangos, aunque bajar al sótano sea algo habitual y no haya qué comer. Porque siempre habrá un beso robado en la escalera, un poema con golondrinas que regresan, una risa, una ilusión, un abrazo, una nueva vida…
Ases, Barrera, Freytez y Fontalba (izq. a dcha.), protagonizan el montaje // FOTO: Pepe H
Destaca en el amplio reparto la familia en la que se centra este montaje y que encabezan magníficamente Llum Barrera y Patxi Freytez, que saca a su personaje toda su ironía y su jugo de comedia (o tragicomedia). Con una Teresa Ases que derrocha frescura y el joven Álvaro Fontalba, que sorprende y encandila realizando un gran trabajo, con expresividad y ternura. Junto a otros vecinos que desfilan por la casa (imposible no nombrar a Esperanza Elipe), ellos protagonizan esta obra que no ahonda en el drama y que cuenta en esta ocasión con otro personaje, la radio; magnífico recurso que sirve de nexo entre escenas, contextualizándolas, mostrando el paso del tiempo y el de una guerra que todos sueñan que pronto terminará. Pero la bicicleta no llega y la guerra no acaba.
La escenografía de Francisco Leal, un espacio amplio y sin paredes que los propios actores cambian, va poco a poco mutando hacia la destrucción y la desesperanza como lo hacen los personajes, unidos pero exhaustos, cada vez más hambrientos. En la memoria de todo el que haya leído el texto o visto la obra o la película es imposible que no haya quedado la escena de las lentejas. Imborrable. Demoledora: –“¡Qué vergüenza, qué vergüenza!” / –“No, Manolita, no… ¡Qué hambre!” (por cierto, ¿de qué se reía el público?)
Con la radio de fondo, pasan los meses, los años… Hasta que llega la anhelada paz, la victoria y la derrota, la derrota y la victoria… Fernán Gómez escribió con dedicación cada historia, cada personaje. Sin obviar la muerte, sin esconder las ideologías ni el dolor. Pero sin rencor. Y Oliva les ha dado vida con maestría y con mimo. Con el mismo mimo y delicadeza que sitúa a padre e hijo, solos, sentados lo más cerca posible del público, para regalar uno de los finales más hermosos y melancólicos que al menos mi mente atesora. Porque ya no son los que eran, porque son conscientes de la fragilidad de la felicidad, porque saben que llegarán tiempos difíciles y, aunque la vida seguirá ganando la partida, “sabe Dios cuándo habrá otro verano”.
Crítica publicada en el periódico ‘La Opinión de Murcia’ el 05 de marzo de 2017
