‘LA FIESTA’
- AUTOR: Spiro Scimone (versión de Álvaro Vicente)
- COMPAÑÍA: La Lechería
- DIRECCIÓN: Jorge Muñoz
- INTÉRPRETES: Jorge Basanta y Marta Bertiu
- LUGAR: Espacio Patente, Murcia
- FECHA: Viernes 3 de junio
Con un fuerte golpe en la mesa comienza ‘La fiesta’. “¡Shhhhhh!” Estamos en la cocina de un matrimonio. Es un cuadrado pequeño, casi asfixiante, una suerte de mazmorra o de ring de boxeo que simboliza el pequeño mundo en el que se mueven los protagonistas, atrapados en su soledad compartida, en su amargura, incapaces de avanzar hacia algún lado y de tomar decisiones –por miedo, por costumbre, por comodidad– que cambien las cosas.
El público rodea a los actores en el escenario, contribuyendo a esa sensación de cercanía que funciona a la perfección en estos pequeños montajes, en historias como la protagonizada por Jorge Basanta y Marta Bertriu. Una producción de La Lechería dirigida con acierto por Jorge Muñoz que, tras representarse en la Cineteca de Matadero, en Madrid, llegó al recién estrenado Espacio Patente de Murcia –¡larga vida!–
Él lee las noticias del día anterior esperando sentado el desayuno mientras ella calienta la leche. Comienzan los reproches. El café, el azúcar, el botón del pantalón… El imperativo marca las conversaciones. Y los gritos. Y los golpes en la mesa. Asistimos a un día más de su devoradora rutina de violencia. Un día cualquiera. Bueno, cualquiera no, porque es su veinte aniversario. El año pasado no lo celebraron, él se fue, pero este retomarán las ‘buenas’ costumbres, comprarán una tarta, champán y se emborracharán… Porque a él le gusta cuando ella se emborracha.
Transcurre el día y conocemos al hijo de la pareja –buen trabajo de ‘desdoblamiento’ de Basanta–. Pero nada cambia. Más reproches, más gritos, más golpes. Más soledad e incomunicación, entre historias de jerséis grises y anhelados sombreros rojos. Antes de irse, lanza el dinero a su madre a la mesa con desprecio mientras ella le habla de la hija de la de las legumbres, que es como era ella veinte años antes, pura, “intacta”. Patrones heredados, faltas de respeto aprendidas y asumidas.
‘La fiesta’ es un pequeño fragmento de la vida de esta familia. No hay más, no hay respuestas, no existe nudo y desenlace. O mejor dicho, es el mismo de cada día. El de Spiro Scimone es un texto con buenos momentos. Las repeticiones funcionan muy bien y contribuyen a la sensación de agobiante rutina, pero camina en alguna ocasión por el filo de los tópicos y no termina de atrapar como se espera. Contando con una llamativa y eficaz escenografía, una exquisita música y dos buenos actores –fantástica Marta Betriu, desde el llanto a la desconcertante risa–, ‘La fiesta’ no debería dejar al espectador ni tragar saliva. Y eso pasa pocas veces. Alguna sí, como en ese conmovedor baile alrededor de su cocina –hubiera sido un gran final– del que es imposible despegar la mirada. Abrazándose. Riendo. Llorando. Necesitándose. Queriéndose y odiándose, conscientes de estar atrapados en una historia de ¿amor? mal entendido.
Acaba el día y empieza su patética fiesta. Con tarta –ella la quería con fresas pero, claro, la compró de chocolate–, con gorros de papel, confeti y champán. “Déjale un poco a tu hijo”, le pide. El llega ya borracho, ella no se emborrachará. Y al día siguiente, él repasará las noticias del día anterior mientras ella, sin su sombrero rojo, calienta la leche para el café.
Crítica publicada en el periódico ‘La Opinión de Murcia’ el 07 de junio de 2016