- DRAMATURGIA Y DIRECCIÓN: Pascal Rambert (traducción de Coto Adánez)
- INTÉRPRETES: Israel Elejalde y Bárbara Lennie
- LUGAR: Teatro Romea, Murcia
- FECHA: Viernes 30 de septiembre
“Cuando el dolor es tan fuerte, todo se vuelve blanco… Y explota.” Bajo tubos de fría y cegadora luz blanca, sobre un suelo blanco convertido en ring de boxeo, se produce el combate, la demolición, la muerte. El final del ‘nosotros’, de la mirada en común, del hueco en el pecho del otro, de la esperanza de una vida juntos. Isra (Elejalde) y Bárbara (Lennie) muestran sobre el escenario la más descarnada ‘clausura del amor’. Y es imposible no llorar.
La obra escrita y dirigida por Pascal Rambert abrió el viernes la temporada teatral en Murcia, en el Romea, con un público ávido que ya esperaba una función dura –aunque “no tanto”, se escuchaba confesar después– y que compartía miradas a la salida, buscando la complicidad de los ojos enrojecidos y de esa sensación rara en el estómago que no se pasa ni con la cerveza de después.
Aquí, desde luego, quien pierde es quien trata de contar lo que Elejalde y Lennie, Isra y Bárbara, hicieron sobre el escenario, lo que vivieron e hicieron revivir con un texto y una interpretación maravillosos y desgarradores. Y no puedo ni imaginar la bomba que será esta obra en una sala pequeña, en la que la lejanía de los actores, el gran escenario y la majestuosidad del Romea no jueguen inevitablemente un poco en contra.
Se apaga el teatro… Y se enciende la fría luz del escenario. Con brusquedad. Comienza Isra a vomitar, a escupir veneno, escudándose en que “las cosas deben decirse”. Bárbara, casi inmóvil, recibe durante casi una hora sus ataques, sus embestidas, su desprecio. Sin una sola réplica. “Se ha acabado. Ya no te deseo… El amor es un cadáver y tú llevas su piel…”, le escupe a la cara, derrumbándola, hundiéndola y humillándola porque él, cobarde, sabe en el fondo que no está a la altura de su contrincante. Destruye su amor –”una ficción”– y destruye el amor. Y con un manejo perfecto, no solo de la dicción y la palabra, sino de los silencios, los tiempos y cada movimiento, Israel Elejalde demuestra, a pesar de su ingrato papel, por qué es uno de los grandes de nuestra escena.
Tras un desconcertante y balsámico paréntesis musical, comienza el segundo asalto. “No estoy de acuerdo”, sentencia Bárbara, incrédula, noqueada, buscando palabras, tratando de reconocer a su pareja en los ojos de quien tiene enfrente. Incapaz de asimilar lo que acaba de pasar, decide seguir su táctica: el ataque. “Bienvenido al infierno”. Pero se trata de un ataque bien distinto, desde el dolor de quien sigue amando. “Hubiera dado mi vida para que fueras feliz”, murmura, y aún le quedan fuerzas, le queda aliento y esperanza –Eurídice encerrada en el infierno– para tenderle la mano… Su “última debilidad”.
Bárbara tiene el favor del público, el apoyo de quienes han defendido alguna vez que lo vivido fue real mientras alguien trataba de borrarlo. “Te amo más que nunca… ¿Era ficción?” Desgarradora, enérgica, arrolladora, poética, brutal. Yendo del dolor y la ira a la incredulidad y la ternura, demuestra el mismo dominio que su compañero ante el monólogo, y derrumba no sólo a su ‘contrincante’, sino al público, con su contestación a la petición de Isra de la silla bordada rosa: “Yo me quedo con el ‘lo amo, joder, cómo lo amo’, del viaje Florencia-París… La noche del nosotros, me la quedo… Toda esa vida que tú quieres olvidar, ¡me la quedo!” El fragmento más hermoso de un texto lleno también de referencias al arte y especialmente poético en la segunda parte, con recovecos que merecerá la pena volver a descubrir, aunque sea sobre el papel, sin la catarsis del teatro, sin Elejalde y Lennie. Aunque sea sin estos dos grandes dando cuerpo al dolor y sin ese “misión cumplida, el corazón está arrancado” explotando y volviéndolo todo blanco.
Crítica publicada en el periódico ‘La Opinión de Murcia’ el 02 de octubre de 2016