‘EL INTÉRPRETE’
- Producción: Factoría Madre Constriktor
- Actor: Asier Etxeandia
- Músicos: Guillermo González, Tao Gutiérrez, Enrico Barbaro
- Lugar: Teatro Circo Murcia
- Fecha: Sábado, 27 de septiembre, 2014
Es difícil ponerle palabras a un espectáculo, a un actor, cuando se sale sin ellas del teatro. Pero hay cosas que, afortunadamente, no se pueden explicar.
Asier Etxeandia. La seducción hecha actor, hecha cantante. Hecha intérprete. Y si hubieran visto las caras de los hombres o escuchado los comentarios de las señoras madres y abuelas que ya no cumplirán los 60 al salir del Teatro Circo Murcia sabrían que no es cosa de chica deslumbrada. No solo, al menos…
Pisa el escenario en penumbra, con sus calcetines rojos y aire a cabaret de los años 50, enciende una cerilla y empieza, susurrante, a contar su historia de niño raro, la de un chaval de nueve años sin amigos y calificaciones ‘muy deficientes’ que canta en su habitación, cara a la pared para tener eco, acompañado de sus amigos invisibles. ¡Arranca el exorcismo!
Con un padre que bailaba en las discotecas a lo John Travolta y una madre experta en dramas y comedias se explica la parte de los genes. A ella le dedica, sentado al borde del escenario, entregado y sin micrófono, la desgarrada ‘Luz de luna’. Ya se había presentado antes con ‘El cantante’ y ‘Puro teatro’, y consigue que ‘Mañana’, del musical ‘Annie’, no suene ñoña. Pero a Etxeandia no le basta con mañana. “Yo quiero ver el más allá, quiero ser el más allá”… Y como “los ojos maquillados ven más lejos”, agarra poseído el lápiz y empieza la fiesta.
Vengo a entregaros mi amor, dice. Y entrega el cuerpo y el alma en un espectáculo de más de dos horas hecho a su medida que destila energía, pasión y verdad. Se coloca el sombrero –ya saben, ese que hay que defender siempre por ridículo que parezca– y, con la ayuda del genio de Brecht y Kurt Weill, firma una gran versión de ‘Bilbao Song’. Y como “en este circo está permitido bailar”, no hay quien falle con la coreografía de ‘Tú te me dejas querer’ –“¡sacude!, ¡sacude!”–. Chico listo, sabe que tiene a los espectadores entregados, “calientes”, y con ellos entona ‘Volver’ recordando a su abuelo y mezclándola sin pudor con ‘Psycho Killer’. Que esta noche todo vale.
Pasa en un segundo de niño atormentado a hombre lobo –sí, es un animal, un ANIMAL–, se pasea, coquetea, mira, mueve el culo, las caderas, se tira al suelo, corre, baila, seduce, seduce (más). Como buen actor, claro, no canta… Interpreta. Cada canción, cada frase. Y entonando a Tom Jones, Lou Reed, Madonna, Camilo Sesto, Isabel Pantoja –La Pantoja, ¿qué pasa?– y a santa Janis Joplin, atrapa, desgarra, conmueve, divierte, sorprende, arrolla, engatusa, emboba… mientras rula una botella de tequila por el patio de butacas y las píldoras de Antiamorol se desparraman por el escenario. ¿Quién las necesita?
El exorcismo se ha consumado –”si existe Dios, le gusta el placer… Y os lo digo yo, que me siento como Dios”, grita–. El niño triste seguirá cantando cara a la pared unos años más, seguro; seguirá cantando “sólo para no estar solo”, pero ya va aprendiendo que cuando la vida te da una patada, hay que ponerse delante del espejo y gritar, a lo David Bowie… “You’re Wonderful”.
Antes de que su padre golpee la puerta, entre la locura, da las gracias a todos los amigos invisibles por haber entrado en su habitación –“yo sí que entraba en su habitación”, se escucha entre el público… ¡efecto del hechizo!–. De pronto, toca volver a la realidad, pero al menos lo haremos sintiéndonos menos solos. Porque si para Etxeandia el amor es un teatro lleno, para el público lo es, sin duda, un intérprete entregado. El Intérprete.
CRÍTICA PUBLICADA EN ‘LA OPINIÓN DE MURCIA’ EL 29 DE SEPTIEMBRE