‘TODO EL TIEMPO DEL MUNDO’
- PRODUCCIÓN: Buxman Producciones y Kamikaze Producciones
- DRAMATURGIA Y DIRECCIÓN: Pablo Messiez
- INTÉRPRETES: Carlota Gaviño, Rebeca Hernando, Javier Lara, María Morales, José Juan Rodríguez, Íñigo Rodríguez Claro y Mikele Urroz
- ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO: Elisa Sanz
- ILUMINACIÓN: Paloma Parra
- LUGAR: Teatro Circo Murcia
- FECHA: Sábado, 11 de febrero
La necesidad de detenerse y mirar. Los recuerdos y el vacío del olvido. Sobrevivir al dolor y al miedo. La familia como principal sostén. El amor como única respuesta… El teatro lleva siglos hablando de lo mismo. Llevamos siglos hablando de lo mismo. De las cosas que importan.
Pablo Messiez, uno de los dramaturgos y directores de habla hispana más aplaudidos del momento, no huye de los lugares comunes en ‘Todo el tiempo del mundo’, consciente de que la clave no está tanto en lo que se cuenta como en la forma de hacerlo. Y demuestra su sensibilidad con un texto que posee momentos de gran belleza, con una propuesta arriesgada en la que aúna pasado, presente y futuro pero que, por empezar por lo menos bueno, no termina de encajar todas las piezas para ser redonda, dejando rendijas por las que se escapa de vez en cuando el espectador.
Son siete los actores –fantásticos todos– que cuentan esta historia sobre el tiempo y la memoria. Sobre la necesidad de recordar, el peligro de olvidar y, ante todo, ya saben, ese “lugar común disco de oro” que es el amor. Son siete actores sobre el escenario, recorriendo una escenografía que reproduce una antigua zapatería, así que no podemos hablar de un montaje especialmente pequeño ni minimalista… Pero sí poderosamente intimista. Poético. Onírico. Tierno. Cercano.
Flores (Íñigo Rodríguez-Claro) es el dueño de una zapatería de señoras que visitan personajes que le revelan cosas de su pasado y su futuro: Un hombre perdido bajo la lluvia que le narra el final de un abuelo que no es su abuelo (Javier Lara, gran talento, bonitas piernas), una mujer embarazada que dice ser su madre aunque será su tía, una joven que se convertirá en su hija y una pareja de novios que trata de sostener un mundo en el que cada vez faltan más palabras (conmovedora Carlota Gaviño).
Obsesionado, Flores trata de reconstruir el puzle al que cada noche alguien añade una nueva pieza. Y tan preocupado está en su pasado y su futuro que el presente se le escapa. Nené (María Morales), su empleada, trata de ayudarlo, pero también forma parte de este cuento ‘dickensiano’ y protagoniza uno de los momentos más hermosos con el relato de la que será su vida juntos, del amor que compartirán y del dolor que también les comerá por dentro. Porque ella nunca verá Venecia, las ausencias asomarán en cada cumpleaños, todas las palabras desaparecerán hasta que solo quede ‘Amelia’ y él… Él no soportará mucho tiempo su pérdida.
Pero a pesar del desasosiego y la tristeza –que la hay, mucha–, ‘Todo el tiempo del mundo’ resulta ser un canto al amor y al presente. Cuando ya lo cree saber todo, Flores se prepara para su nacimiento. En otro monólogo de esos para enmarcar se propone decirse a sí mismo todo lo importante, eso que en el fondo nadie escucha porque, cosas de la vida, hay que ir descubriéndolo guantazo tras guantazo… Que el amor es la respuesta a todos los miedos y que amar es detenerse en alguien, quedarse; que hay que mirar… y hablar; que el mundo es horrible y hermoso y que lo que importante son las sensaciones que quedan en la piel.
Sin duda ese “mañana nazco” hubiera sido un gran final para este montaje. Pero Messiez prefiere apostar por el presente en un epílogo en el que, en un instante, todo el pasado reconstruido y el futuro planeado por Flores hace aguas –literalmente–. Y al fin mira. Y se detiene. Y decide quedarse:
– “Te amo. ¿Te puedo amar? Te amo.”
– “¿Dónde estamos?”
– “Aquí.”
Crítica publicada en el periódico ‘La Opinión de Murcia’ el 15 de febrero de 2017