‘MISÁNTROPO’
- Compañía: Kamikaze Producciones
- Versión y dirección: Miguel del Arco (sobre una obra de Molière)
- Reparto: Israel Elejalde, Raúl Prieto, Cristóbal Suárez, Bárbara Lennie, José Luis Martínez, Míriam Montilla y Manuela Paso
- Escenografía: Eduardo Moreno
- Diseño de iluminación: Juanjo Llorens
- Diseño de vestuario: Ana López
- Música: Arnau Vilà
- Sonido: Sandra Vicente
- Lugar: Teatro Circo Murcia
- Fecha: Sábado, 30 de noviembre
Vivimos “malos tiempos para la honestidad”. Lo dice uno de los personajes de ‘Misántropo’ en el siglo XXI y en el pestilente callejón trasero de una discoteca, entre cubos de basura, bebidas de un azul brillante y rayas de coca. El pequeño consuelo –¿consuela?– es que tampoco eran buenos allá por el siglo XVII, cuando Molière, visionario como pocos y cuentan que descreído, desencantado y cabreado con la sociedad en la que vivía, escribió ‘El misántropo’
De lo que creó el dramaturgo francés, el autor y director de escena Miguel del Arco –este hombre es un genio– apenas ha dejado los nombres de los personajes y el esqueleto de una obra que reviste con una estética y lenguaje nuevos. Y, ayudado de una estupenda escenografía, iluminación, música y vestuario, construye escenas de una plasticidad a veces brutal, diálogos en los que uno no ve –pero ve– a Molière. Es algo extraño. Aunque supongo que es lo que se logra con una versión perfecta. Perdonen, una no está acostumbrada…
‘Misántropo’ es la tercera producción en compañía de aquella panda de ‘kamikazes’ que un día se reunió en un local de ensayo para darle la vuelta a Pirandello en ‘La función por hacer’. Repite Del Arco casi con el mismo equipo –¿para qué cambiar?– y, sobre el escenario, vuelven a sorprender Cristóbal Suárez, Raúl Prieto, Bárbara Lennie e Israel Elejalde. Sin desmerecer al resto.
Ellos son el vanidoso Oronte –solo por el momento canción, subido en la olla/escenario, hubiera merecido la pena, pero encima logra que no odies a un personaje al que dan ganas de matar al verlo con ¡esa chaqueta!–; Filinto, el equilibrio, salpicado de ironía y realismo, del protagonista; Celimena, a quien todos aman pero que solo ama el poder y el reconocimiento social; y Alcestes, más que un misántropo –que a mí el hombre me cae bien–, un utópico personaje que, con la sinceridad por bandera y una lucidez que le permite diseccionar en un ‘plis’ el mundo del arte, cree sin embargo –¡ay, infeliz!– que su amor puede cambiar a su amada. Loables propósitos. Pero algo falla. Porque si está claro que “lo que dificulta las relaciones es la falta de sinceridad”, en el fondo… “¿Quién quiere saber toda la verdad?”
Al menos el ‘sacrificio’ de Alcestes, que atraviesa la cuarta pared en busca de una soledad que le ayude a ser un hombre honesto, puede ayudar a los demás a buscar un poco de equilibrio en esa realidad de correos filtrados, dobles caras, reservados donde nadie es quien parece, opinadores profesionales que dicen lo que la gente quiere oír… Ya saben, malos tiempos para la honestidad en los que, sin embargo, no estaría mal ser un poco más honestos. Filinto y Elianta, por ejemplo, lo intentarán y empezarán “confiando el uno en el otro”. ¿Se apuntan?
Y antes de terminar, a riesgo de estropear esta crítica –perdonen mi arrebato de sinceridad… la culpa la tiene Alcestes–, no me resisto a recordar que, mientras en el TCM estaba la obra de Del Arco, ganador, entre otros premios, de 14 Max en tres años con sus montajes, en el Romea –¿recuerdan? ese teatro remodelado, de acústica perfecta y tecnología superlativa– cantaba el sábado ‘Chayo’ Mohedano, una de las estrellas que después apareció en la enésima versión de ‘Sálvame’ de Telecinco. Que sí, que tiene que haber de todo y para todos… Pero está claro quién apuesta por qué, ¿no?
Publicado en ‘La Opinión de Murcia’