CÉSAR Y CLEOPATRA
- DRAMATURGIA: Emilio Hernández
- DIRECCIÓN: Magüi Mira
- INTÉRPRETES: Ángela Molina, Emilio Gutiérrez Caba, Ernesto Arias y Carolina Yuste
- FECHA: Viernes 6 de mayo
- LUGAR: Teatro Circo Murcia
César y Cleopatra (Emilio Gutiérrez Caba y Ángela Molina) se encuentran en la eternidad. En 2016 suben al escenario para repasar sus vidas, su pasional relación, y lanzar una fugaz mirada a los más de dos mil años que han pasado desde que se conocieron. Producido por Pentación Espectáculos y el Festival de Teatro Clásico de Mérida, escrito por el también director Emilio Hernández y dirigido por Magüi Mira, uno se sienta en la butaca expectante, deseoso de ver este montaje en el que dos grandes de la escena interpretan a dos grandes de la historia.
La cosa no empieza mal. A pesar de la canción que, no se sabe muy bien a cuento de qué, entona Cleopatra cuando sale a escena, la presencia y el magnetismo de Ángela Molina son indiscutibles. Es imposible despegar los ojos de sus brazos ni dejar de seguir el movimiento de su cuerpo por el escenario. Y el juego con su antiguo amante (Gutiérrez Caba) funciona. Tienen química, divierten lanzándose reproches y volviendo a seducirse después mientras seducen de paso al público.
A Cleopatra resulta que la pillamos “en un día impertinente”, con su tono de diva caprichosa y segura de sí misma, su constante pose de pintura egipcia, iPad en mano y despotricando de los “historiadores misóginos de mierda” que la ningunearon por ser mujer. Y César, con su media sonrisa llena de ironía, no puede evitar alardear de sus conquistas –militares y amorosas– y recordar sus sueños de convertirse en un dios, mientras repite a su compañera, a su diosa, que solo con ella habría compartido su trono. A pesar de algún ¿chiste? fácil –”César, tienes nombre de ensalada”–, el tono de comedia romántica se mantiene y uno disfruta solo con ver a estos dos grandes sobre el escenario… Hasta que pasan veinte minutos. Es entonces cuando salen a escena los jóvenes César y Cleopatra (Ernesto Arias y Carolina Yuste), el juego entre ambos se diluye y el texto empieza a (intentar) ponerse serio.
Uno ya intuye que cuando el testigo pase a Arias y Yuste no va a ser lo mismo. Y bastante hacen ambos, que cumplen con corrección sin ser del todo devorados por sus compañeros de reparto. Tratan los cuatro de dar vida a un texto que aspira a ser mucho más que una amable comedia sobre los secretos de alcoba de César y Cleopatra –lo que debería haber sido–, pero que se queda en un superficial repaso por la historia a modo de ‘wikipedia’ y en un intento de abordar, entre tópico y tópico, temas como la situación actual de la mujer en Egipto, las guerras y la ansiada paz mundial, la pena de muerte, la libertad sexual, la necesidad de la cultura, la ambición humana y el ansia de poder. Casi nada.
Todo ello, además, mezclado en algún que otro momento con un aire a musical trasnochado que uno tampoco termina de entender a qué viene. Que lo mismo Cleopatra te canta un bolero que César un tango. Y La Molina lo salva, pero lo de Gutiérrez Caba con acento porteño… ¡Ay!
Magüi Mira también hace lo que puede, jugando con las dos parejas de actores en una escenografía sencilla y elegante, bien iluminada, duplicando movimientos y sacando partido a la imponente presencia escénica de Molina y Gutiérrez Caba, quienes hacen que uno no tenga ganas, a pesar de todo, a pesar incluso del ‘selfie’ final, de levantarse de la butaca. Con su recuerdo me quedo.
Crítica publicada en el periódico ‘La Opinión de Murcia’ el 10 de mayo de 2016