‘REIKIAVIK’
- AUTOR Y DIRECTOR: Juan Mayorga
- INTÉRPRETES: César Sarachu, Daniel Albaladejo y Elena Rayos
- LUGAR: Teatro Circo Murcia
- FECHA: Sábado, 20 de febrero
No conocía yo apenas nada de ‘la partida del siglo’ que jugaron en 1972 Bobby Fischer y Boris Spasski antes de saber que centraba el argumento del último proyecto de Juan Mayorga –¿qué me enseñarían a mí en el cole?– Y para alguien cuyo conocimiento del ajedrez no va más allá de los movimientos de las piezas, una obra de teatro como ‘Reikiavik’ puede imponer. Incluso asustar. Seguro que no fui la única que lo pensó… Un argumento así en manos digamos poco apropiadas podría convertirse fácilmente en una tortura para el espectador. Afortunadamente, las de Mayorga son manos expertas. Y no sólo como autor, sino también como director de escena.
La batalla que libraron en plena Guerra Fría Fischer y Spasski –el americano que aprendió a jugar solo al ajedrez, misántropo, caprichoso, exigente; y el ruso al que arropa todo su equipo y todo su país, un héroe nacional seguro de sí mismo– la narran sobre el escenario Waterloo (César Sarachu) y Bailén (Daniel Albaladejo). Dos hombres con nombres de batallas napoleónicas que presagian derrota y que, quizá huyendo de sus propias vidas, hacen “lo que todo el mundo hace, vivir la vida de otros”. Los dos representan una y otra vez en un parque las infinitas versiones de una partida de ajedrez de la que ambos jugadores salieron también derrotados. En esta ocasión, lo hacen ante un joven (Elena Rayos) a quien el enfermo Waterloo convertirá en su heredero; un chico que pronto se contagia de la pasión por vivir otras vidas y que deja de lado su “examen final, global, oral” para asistir con la boca abierta, como lo hace el público, a una representación que habla de muchas más cosas que de ajedrez.
Mayorga ha creado para ‘Reikiavik’ un texto ágil, inteligente, con emoción y la ironía justa, con momentos para sonreír y otros de gran poesía –“Este juego te está matando. Este juego mata”–. Un texto que obliga al espectador a estar alerta, a no desconectar un segundo, a estar también a la altura de la batalla. Y eligió Mayorga para llevarlo a escena a dos ‘animales’ que ofrecen una clase magistral de interpretación, a dos actores que realizan un maravilloso ejercicio teatral, escénico y gestual, desdoblándose en al menos una decena de personajes –Kissinger incluido– que rodean a los jugadores en la fría Reikiavik. Sarachu y Albaladejo dejan al público sin aliento, igual que acaban ellos tras casi dos horas de entrega total a la historia, al escenario, al teatro.
Una vez más se demuestra, con la escenografía de Alejandro Andújar y la luz de Juan Gómez-Cornejo, que un espacio casi desnudo se puede convertir en cualquier cosa con imaginación y talento. Y las proyecciones acompañan a la perfección la historia, sin entorpecer ni distraer. Sin alardes técnicos, sino poniendo todo al servicio del texto y de los actores.
Cuenta Mayorga que, cuando trabaja, le acompañan siempre cuatro palabras escritas en un papel: “Acción, emoción, poesía y pensamiento”. Cuatro cualidades que tiene el ajedrez y que el autor ha sabido trasladar al escenario en este montaje. Cuatro palabras que describen ‘Reikiavik’ y que definen el buen teatro.
Crítica publicada en el periódico ‘La Opinión de Murcia’ el 22 de febrero de 2016