‘LA VUELTA DE NORA. CASA DE MUÑECAS 2′
- AUTOR: Lucas Hnat
- DIRECTOR: Andrés Lima
- INTÉRPRETES: Aitana Sánchez Gijón, Roberto Enríquez, María Isabel Díaz Lago y Elena Rivera
- LUGAR Y FECHA: Teatro Romea / 27 de octubre
Regresa Nora a la casa de la que se marchó hace 15 años dando un portazo. Ella misma dice que se ha convertido en una mujer muy diferente a la que salió por la puerta de una casa en la que se sentía asfixiada, pero lo que no sabe es que, legalmente, sigue siendo Nora Helmer, la esposa del banquero, el pajarito de la jaula, la figurita de una ‘Casa de muñecas’ con la que, hace más de un siglo, Henrik Ibsen dio voz a una mujer que poco tenía que ver con el ejemplo de esposa perfecta.
‘Casa de muñecas’ se estrenó en 1879 causando una auténtica revolución y su protagonista ha pasado a la historia como un icono de la lucha por la libertad de la mujer, un grito de inconformismo ante las reglas morales impuestas por la sociedad. En esta ‘vuelta de Nora’, Lucas Hnath dibuja un personaje más maduro. Una mujer segura de sí misma que, decidida a no dejarse pisotear, reclama a su marido el divorcio que él nunca tramitó –estamos a finales del siglo XIX y una mujer no podía divorciarse fácilmente–.
Cabía el temor de que esta segunda parte de ‘Casa de muñecas’ fuera un alegato feminista plagado de tópicos, pero el autor ha evitado el camino fácil y ha dibujado a dos personajes, Nora y Torvald, con matices y aristas, construyendo una historia sin buenos ni malos en la que ambos muestran sus cicatrices y sus heridas aún abiertas, confiesan sus miedos y lanzan sus reproches. Un texto en el que la situación de la mujer siempre está de fondo pero que habla de la necesidad de que cada uno, hombre y mujer, encuentre su espacio. Que incide en la importancia de compartir, del diálogo, y también de que hay que ser valiente para meter la nariz y hasta la cabeza en la mierda cuando es necesario. Una obra que, en esencia, no es sino es un canto a la gente que cambia el mundo.
En su cara a cara final, Nora y Torvald pasan de la guerra (“te acabo de salvar” vs. “no necesito un puto salvador”) a las confidencias. Él revela que el miedo le ha impedido volver a tener una relación… Ella recuerda con dolor el tiempo que tuvo que pasar sola y en silencio hasta que logró escuchar su propia voz… Encuentros, desencuentros y reencuentros en una casa que, sobre el escenario, sigue teniendo algo de cárcel, pero en la que también entra ya la luz. Un espacio atemporal, como lo es en definitiva el texto, que pone en escena con delicadeza y casi siempre con acierto Andrés Lima.
Aitana Sánchez-Gijón, algo hierática al comienzo, aporta pasión, fuerza y también sensibilidad y fragilidad a Nora. Un gran trabajo que encuentra su reflejo en el Torvald que magníficamente dibuja Roberto Enríquez, lleno de verdad. Completan el reparto María Isabel Díaz Lago y Elena Rivera, la hija pequeña, una joven que parece haber heredado la determinación de su madre pero a la que la situación vivida le hace anhelar el matrimonio, despreciando un futuro en el que “todo el mundo dejará a todo el mundo” y la gente simplemente “resbalará” por las vidas de los demás. Un futuro también con luces y sombras pero con una libertad por la que Nora, desde las tablas del teatro, sigue luchando, abriendo unas puertas y cerrando de un fuerte golpe otras.
Crítica publicada en el periódico ‘La Opinión de Murcia’ el 31 de octubre de 2018