“Amigo Miguel Ángel. Tienes 28 años, estás sano y eres fuerte; tienes familia, que son tu corazón y tu sangre. Qué más quieres.
Felicidades Miguel Ángel, porque estás vivo”
La carta que escribió Vicente a su amigo está encima de la mesa que hay en el escenario. Su letra no denota nada extraño, y está junto a otras cartas y cintas de vídeo que él mismo grabó cuando sufría crisis. Hay medicinas, como las que toma Mabel para dejar de mover el Sol. Una muñeca de Pippi Làngstrump, personaje del que se enamoró de niño Víctor antes de querer ser astronauta. Y fotografías… Hay también fotografías que de nuevo nos devuelven a una vida normal en la que, un día, por una u otra razón, entra la locura.
El público da la vuelta a la mesa, entre el respeto, la incomodidad y la curiosidad. Pocos son los que sacan el teléfono móvil para hacer una fotografía, quizás por esa sensación de haber entrado sin permiso a otra vida, de haberse asomado a una realidad ajena para muchos de los que han acudido a la Sala Cuarta Pared a la obra de teatro documental ‘La Caja. Donde la realidad pierde sus límites’, incluida en Essencia, el IX Festival de la Teatralidad. Un espectáculo de Desirée Belmonte (autora del texto, directora e intérprete) que da voz a la locura tratando de escuchar y comprender, animando a dejar en la puerta del teatro los prejuicios y los miedos… Los que nos provocan quienes viven a ese otro lado de la realidad y los propios de saber que no estamos a salvo de atravesar nosotros mañana esa misma barrera y poner un pie en la estrella de Aldebarán.
Desde la butaca, viajamos al Sol con Mabel, que padece bipolaridad y a quien el dolor inimaginable por el suicidio de su madre le dio la vuelta, le hizo bailar con el Sol y creer que podía moverlo con la mente. Mabel nos invita a reflexionar sobre las etiquetas, sobre el miedo al que finalmente vencen las ganas de dar el mensaje de que no hay que esconderse. Y nos hace ver algo que en el fondo todos sabemos: estar todo el día quejándonos de la vida, normalizarlo, sí que es –dice riendo– “estar como un cencerro”.
Otro viaje es a Venus, al planeta que simboliza el amor. Vicente buscaba incesantemente su alma gemela y sintió la necesidad de guiar al mundo hacia el amor para acabar con el sufrimiento. Fue antes de estrellar un día su cabeza contra un espejo para que callaran las voces. A través de su amigo, su mujer y su hermana nos asomamos a la vida de ese “buscador del otro lado” que también aparece en pantalla en las grabaciones que él mismo se hizo durante sus brotes, antes de que su corazón se parara.
El tercer viaje, aunque es el segundo en la narración, es a Aldebarán. Es la estrella más brillante de la constelación de Tauro. Está a 65 años luz y es la estrella favorita de Víctor, a quien desde niño le acompañan también las voces en su cabeza. Ha decidido no medicarse y es consciente de que es extraño, que no encaja. Vive en la playa y su vida cabe en una bolsa de supermercado. Su vida material… la otra es inabarcable.
Con Víctor se produce en escena el momento con más fuerza de la función: “Víctor le ha prendido fuego al manual con las instrucciones para ser una persona normal que me regalaron con la papilla (…) He recordado lo mucho que me pesa esconder mi esencia para no desentonar”. Desirée camina rápido frente a la pantalla, colándose en ella, hablando de lo aprendido. Abandona su papel de mostradora de otras realidades para enseñar un poco también de la suya. Un momento que emociona y que une con acierto lo teatral y lo audiovisual.
Ella misma explicaba al finalizar la función, durante el coloquio con el público, que definir ese equilibrio ha sido muy complicado. Sin duda es imprescindible escuchar a los protagonistas, pero la sensación final es que por momentos sabe a poco el despliegue teatral. Aunque este no esté exento de belleza también a través de una delicada puesta en escena y las instalaciones a las que va dando forma la autora e intérprete: la mesa llena de objetos, la caja que esconde recuerdos de Vicente, los espejos que reflejan el Sol dentro del teatro o esa suerte de árbol adornado con cristales dicroicos cuyo tintineo nos mece.
Cristales, espejos, reflejos que nos devuelven una mirada a veces extraña, aunque sea la nuestra; que señalan el camino, con “pase VIP, a la madriguera de Alicia”, a un mundo con leyes desdibujadas que todos podemos en algún momento habitar. Y entonces sí, saber de verdad lo que es tener miedo.
LA CAJA. DONDE LA REALIDAD PIERDE SUS LÍMITES
Sala Teatro Cuarta Pared _ 01/07/23
- Producción: Teatro De La Catrina
- Colaboran: IVC, Generalitat Valenciana y Residencias Artísticas Carme Teatre
- Creación: Desirée Belmonte, Sebastián López y Carlos Molina
- Texto, dirección e interpretación: Desirée Belmonte
- Música: Pedro Acevedo
- Luces: Carlos Molina
- Visuales: Sebastián López
- Espacio escénico: Sebastián López/ Carlos Molina