‘CRONOLOGÍA DE LAS BESTIAS’
- PRODUCCIÓN: Octubre Producciones, Teatre Lliure y Teatro Español
- AUTOR Y DIRECTOR: Lautaro Perotti
- INTÉRPRETES: Carmen Machi, Pilar Castro, Santi Marín, Patrick Criado y Álvaro Lavín
- LUGAR Y FECHA: Teatro Romea de Murcia / 14 de octubre
Agazapado tras el sillón, su mano tiembla sosteniendo una pistola. Es él, es Beltrán, ha regresado once años después de su desaparición para ocupar el hueco de las fotos recortadas. Recuerdos mutilados para que no duelan pero cuyo dolor precisamente así se perpetúa. Es él, es Beltrán, aunque nadie lo reconozca y ahora beba limonada. Aunque no recuerde a su primo ni cómo jugaban en el foso de la piscina que nunca se terminó. Es él, el hijo de Olvido, la mujer que se hizo fuerte para seguir como si no hubiera pasado nada. Para no pensar en él.
Averiguar hasta dónde somos capaces de mentir y de mentirnos llevó a Lautaro Perotti a escribir ‘Cronología de las bestias’, un montaje que ahonda en la historia de una familia rota por la tragedia y unida por los secretos. Una familia de ‘bestias’ en la que todos engañan, por el dolor o por el miedo al dolor, tejiendo un entramado de raíces que crecen y que tratan de mantener bajo tierra cueste lo que cueste.
Parte Perotti de este prometedor arranque para narrar una oscura historia que no termina de controlar. Que se le va de las manos a pesar de contar con un notable reparto encabezado por Carmen Machi, que interpreta a una mujer violenta que camina entre la ira y el desprecio, el dolor y también la fragilidad. Realidades de Olvido, la mujer que no lloró, que Machi dibuja con maestría aunque también con algún patinazo, especialmente en una escena que quizá pretenda mostrar la angustia y el agobio que domina a la familia pero que resulta excesiva y pasada de revoluciones.
Olvido vive desde que desapareció su hijo con su hermana, Celia (sorprendente Pilar Castro), frágil pero no tan tonta como a Olvido le gustaría. “Qué vida tan rara hemos tenido (…) Sí, sí me entiendes”, sentencia lúcida, para a continuación echarse las manos a la cabeza y buscar las agujas con las que solo sabe tejer jerséis de lana (roja) para escapar de su soledad y de su propio dolor. Vive con Celia y con el hijo de esta, quizá el personaje más complicado, al que Santi Marín no logra hacer creíble –demasiadas aristas, demasiados secretos– a pesar de realizar un buen trabajo en un reparto que completan Patrick Criado(Beltrán) y Álvaro Lavín, un entrometido sacerdote que funciona como el elemento externo que va haciendo que las ‘bestias’ asomen.
En esta cronología, el autor introduce varios flashbacks, anunciados con una poco sutil luz roja, con los que explica lo que ya se intuye. Parece temer Perotti que quede algún fleco y por ello construye una escena en la que sucesivos flashbacks van dando las claves de toda la historia, impidiendo al espectador que sea él quien la reconstruya con sus propias piezas. Lástima… Y trata de cerrarla tanto que introduce una trama tan rocambolesca como prescindible, la del taller de ropa clandestino, para justificar la aparición del joven en la casa.
El exceso, sin embargo, funciona bien en la escena final, oscura e inquietante, teñida de simbólico rojo y con la genial banda sonora de Brassens y ‘La mauvaise reputation’. Una escena en la que las ‘bestias’, sin máscaras, comparten mesa y lentejas ajenas a la amenaza que hay tras la puerta y con el firme propósito de mantener los silencios, de seguir enterrando las mentiras –y hasta plantar rosales sobre ellas– como única manera de sobrevivir al dolor.
Crítica publicada en el periódico ‘La Opinión de Murcia’ el 17 de octubre de 2018