‘SEDIENTOS’
- COMPAÑÍA: Cía Ferroviaria
- TEXTO: Wajdi Mouawad
- DIRECCIÓN Y ESPACIO ESCÉNICO: Paco Macià
- INTÉRPRETES: Salva Riquelme, Morgan Blasco, Eloísa Azorín, Leandro Martínez-Romero
- ESCENOGRAFÍA : Ángel Haro
- ILUMINACIÓN : Pedro Yagüe
- MÚSICA : Leandro Martínez-Romero Férez
- LUGAR: Centro Párraga.
- FECHA: Jueves, 11 de febrero
“El mundo está desquiciado”. Lo dice Murdoch, y nadie se lo puede rebatir. Lo grita, sediento de belleza, sediento de sueños que le hagan seguir adelante, sediento de encontrar sentido a una vida que le cabrea.
Murdoch grita y se enfada con el mundo –perdón, con el puto mundo– en el último montaje de Ferroviaria, ‘Sedientos’, donde la compañía vuelve a demostrar su pasión por el riesgo, por experimentar, por un teatro en el que lo principal es el actor. Su voz, sus palabras, sus movimientos. En esta ocasión, el ‘sello’ de Ferroviaria se combina con la poesía de Wajdi Mouawad y se completa de nuevo con la escenografía de Ángel Haro, con el maestro de la luz Pedro Yagüe y con la música de Leandro Martínez-Romero.
Dirigido por Paco Macià, ‘Sedientos’ se estrenó hace unos días en el Espacio 0 del Centro Párraga –coproductor del montaje–; una sala para 70 personas que permite deleitarse con los instantes que esta compañía sabe crear y donde se volverá a ver del 18 al 20 de febrero. Un espacio que dominan y al que los actores le sacan todo el partido, aunque los movimientos y acciones son aún un poco mecánicos. No quiere Ferroviaria alejarse del público en grandes salas, sino que opta por mirar a la cara a los espectadores y contarles la historia de Murdoch, de Boon, de Norvege. De su sed de belleza y sus sueños… De los nuestros.
Salva Riquelme interpreta a Murdoch, un joven tan desquiciado como el mundo, rebelde, harto del “puto show”, de una sociedad basada en el consumo en la que no halla respuestas a su pregunta de “¿Qué puedo hacer para sentirme vivo?” Harto de una vida en la que no encuentra futuro y en la que ni abrazar la belleza puede a veces salvar de la muerte. Lleno de energía y de fuerza –quizá convendría regularla para que destacaran más ciertos momentos–, se entrega por completo a la desesperanza de Murdoch, con rabia y también con una acertada ironía. Realiza Riquelme un gran trabajo y un esfuerzo brutal, físico y emocional, para adentrarse en este personaje que, sin embargo, a mí me resultó algo lejano.
Junto a Murdoch, conocemos a Boon, un forense que, al encontrarse con los cuerpos de dos jóvenes que murieron abrazados hace 17 años, se encuentra de bruces con su pasado y con la sed de amor que logró acallar, matar. “Boon, el poeta, ha muerto”. Y sin esperarlo, está de nuevo ante Norvege –misteriosa, cálida, bella Eloísa Azorín, que exprime su pequeño papel–, aunque lo ha intentado todo para olvidarla.
El actor Morgan Blasco hace una maravillosa interpretación de Boon. Otro personaje que tampoco encuentra su lugar en el mundo y que, aquí sí, podríamos ser cualquiera. Con verdad, se traga un personaje que deja con ganas de más, cuya historia a veces puede quedar oculta tras los gritos de Murdoch, pero que tiene la belleza de la que hablan constantemente los personajes. Esa que ayuda a avanzar, aunque sea un paso, y no seguir caminando en círculos, llegando tarde a lo que importa. Boon hace reflexionar sobre la necesidad de borrar los escupitajos –las hostias, los palos, las zancadillas–, de seguir y de “abrazar los sueños que salvan la vida”. No se habla en ‘Sedientos’ de grandes sueños, no suelen ser lo importante… Lo es no dejar nunca de tener sed de belleza para que la fealdad no se nos instale en el vientre.
Crítica publicada en el periódico ‘La Opinión de Murcia’ el 15 de febrero de 2016