‘HAMLET’
- VERSIÓN Y DIRECCIÓN: Miguel del Arco (ayudante de Dirección, Aitor Tejada)
- ESCENOGRAFÍA: Eduardo Moreno
- ILUMINACIÓN: Juanjo Llorens
- INTÉRPRETES: Israel Elejalde, Ángela Cremonte, Cristóbal Suárez, José Luís Martínez, Daniel Freire, Jorge Kent, Ana Wagener
- LUGAR: Teatro Romea, Murcia
- FECHA: Sábado, 28 de mayo
Tiembla Israel Elejalde ante la mirada del espectador, al borde del escenario. Con el rostro desencajado y lágrimas en los ojos. Solo, rodeado de oscuridad. “Me muero, me muero…”. Parte el montaje dirigido por Miguel del Arco del final del drama que creó Shakespeare, de la muerte de un príncipe Hamlet atormentado, y atrapa desde ese primer momento al público en un intenso viaje circular a través de su mente.
La cama es la base de la escenografía de esta coproducción entre Kamikaze Producciones y la Compañía Nacional de Teatro Clásico más centrada en el interior del torturado Hamlet que en la historia de venganza. La cama donde Hamlet declara su fascinación por Ofelia con ese “guapérrima” que dicho así, tan de sopetón, es posible que hiciera a más de un purista shakesperiano revolverse en su butaca. Las sábanas entre las que se consuma la deslealtad de Claudio y Gertrudis. El lecho donde empieza la locura de Ofelia y que acaba siendo su tumba. El espacio perfecto para recibir la visita de fantasmas deseados e indeseables y que se enriquece con los grandes cortinajes, las proyecciones y la exquisita iluminación de Juanjo Llorens, envolviendo la escena en un ambiente tan onírico como amenazador que se transforma en un segundo como se transforman los personajes, manejados con ritmo y destreza por Del Arco.
Ahí, junto a su cama, en su habitación, acompañamos en sus desvelos, en sus sueños y pesadillas, a un Hamlet humano y cercano, interpretado por un magnífico y poderoso Israel Elejalde que no deja matiz sin exprimir y que brilla especialmente en sus monólogos. Enamorado, dolido, vengativo, irónico, sarcástico, burlón, pasional, iracundo, desconfiado, persuasivo, cruel, luchador, vencido… Vemos sobre el escenario a un personaje de infinitas aristas que Elejalde recorre con naturalidad, dando una lección de interpretación hasta cuando el texto no acompaña.
Junto a él, un grupo de grandes actores en los que hay algún desatino. Porque me falta pasión y verdad en Cristóbal Suárez/Laertes, no conmueve como debiera la Gertrudis de Ana Wagener, y me resulta algo irregular el Claudio de Daniel Freire. Todos ellos, junto a Ángela Cremonte, José Luis Martínez y Jorge Kent, están al servicio de Hamlet, convirtiéndose en el coro de sombras que acechan su mente y desdoblándose en personajes que nos van contando esta historia que se puede ambientar en cualquier época o lugar. Sin miedo, que para algo es un ‘kamikaze’, Del Arco versiona el texto, quitando, moviendo y añadiendo pero respetando siempre su esencia, aunque en esta ocasión chirrían algunas frases o latiguillos excesivamente coloquiales y hay momentos que pretenden aportar humor a la tragedia que tampoco encajan.
Los montajes de Kamikaze se caracterizan por ese riesgo que Del Arco ha demostrado ya en varias ocasiones que sabe manejar, caminando por una cuerda floja que aquí, ¡ay!, se rompe cuando Cremonte, conmovedora y dulce Ofelia, ofrece una visión de la locura –en rosa chillón– mucho más cercana al ridículo y que conmociona del modo equivocado al que debe hacerlo la joven que camina hacia la muerte. Y por más vueltas que le doy, no lo veo. No lo veo… A mí no se me pasó el cabreo hasta que vi de nuevo a Hamlet/Elejalde regresar de su viaje para abordar un fin de fiesta teatral con el que el montaje retoma otra vez el vuelo para finalizar con el duelo entre el príncipe y la mejor versión de Laertes. Un emocionante duelo que cierra el círculo del atormentado Hamlet, enajenado pero siempre lúcido, temblando, con los ojos llorosos, anunciando su muerte.
Crítica publicada en el periódico ‘La Opinión de Murcia’ el 01 de junio de 2016