‘EQUUS’
- COMPAÑÍA FERROVIARIA
- AUTOR: Peter Shaffer
- DIRECCIÓN Y ADAPTACIÓN: Paco Macià
- ESCENOGRAFÍA E IMAGEN: Ángel Haro
- ILUMINACIÓN: Pedro Yagüe
- INTÉRPRETES: César Oliva Bernal, Jaime Lorente, Eloísa Azorín, Toni Medina, Anaïs Duperrein, Antonio Mateos y Lorenza Di Calogero
- LUGAR: Teatro Circo Murcia (TCM)
- FECHA: Jueves 27 de noviembre
La Compañía Ferroviaria prefiere lanzarse al ruedo antes que subir al escenario. Lo suyo es pelear en la arena, apostando por el riesgo como modo de avanzar en su proceso de creación. Un riesgo que agradece el público y seguro que también los programadores, aunque tendríamos que haber visto la cara de los responsables del TCM cuando les propusieron coproducir ‘Equus’ poniendo patas arriba el teatro. Afortunadamente, siguen quedando muchos locos.
Apostó así Ferroviaria por este ‘Equus’, una adaptación de Paco Macià del texto, largo, incómodo y complicado, de Peter Shaffer. Las cadenas de la sociedad, esas hirientes cadenas que no solo llevan los caballos en la boca, el exceso y la falta de pasión –igual de peligrosos–, la religión, el sexo… Son temas que en absoluto han quedado desfasados pero, en conjunto, el tiempo parece que ha desdibujado la valentía y la transgresión del texto.
En cualquier caso, ‘Equus’ es una obra de calidad que ofrece múltiples posibilidades escénicas. Explicaban desde Ferroviaria que esa fue una de las razones para elegirla y, sin duda, las han aprovechado creando un montaje de gran fuerza visual que vuelve a contar con una escenografía del artista Ángel Haro. Con gradas rodeando el ‘escenario’ circular, la sensación de agobio se acrecienta –aunque también, ¡ay!, la mala acústica–. Y una mesa y una cama son los únicos elementos necesarios para contar la historia de un psiquiatra que trata a un joven con una enfermiza fascinación por los caballos; una pasión que, censurada por la sociedad, lleva al chico a dejar ciegos a los animales que cuidaba.
César Oliva Bernal (Dysart) y Javier Lorente (Alan) son los encargados de dar forma a esa complicada relación entre médico y paciente. Conectan entre ellos y con el público. Lorente –todo un descubrimiento– rebosa energía y fuerza, aún un poco descontroladas, y Oliva Bernal demuestra su dominio de la escena con un Dysart en el que se mezcla la contención y la resignación con la rabia y hasta la envidia que confiesa sentir por el joven: “La pasión puede ser destruida por un psiquiatra, pero no puede ser creada”, se lamenta.
Eloísa Azorín, Toni Medina, Anaïs Duperrein y Antonio Mateos completan un reparto en el que destaca, aunque su ‘personaje’ no tenga ni una frase –como mucho un relincho–, la bailarina Lorenza Di Calogero, que hipnotiza con sus movimientos cuando sale a escena con la cabeza equina metálica. Y mención aparte merece la iluminación de Pedro Yagüe, que hace que se pase en un segundo de la ensoñación y los recuerdos a la realidad, de la tranquilidad a la pasión desbordada, con su extraordinario dominio de la luz y del lenguaje teatral. Ensalzando momentos escénicos, de profunda plasticidad, como el éxtasis del joven sobre el caballo o el sobrecogedor final.
Construyen todos ellos, con el director Paco Macià a la cabeza, este montaje que, seguro, volverá a demostrar que el público quiere ver a compañías que se dejan la piel en el escenario, que no tienen miedo, que plantean nuevos retos y miradas. Que se arriesgan, aunque no siempre ganen en todo. A compañías como Ferroviaria.
PUBLICADO EN ‘LA OPINIÓN DE MURCIA EL 30 DE NOVIEMBRE